La Iglesia nos propone a todos los cristianos seguir el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, nos preparamos, en este tiempo de Cuaresma para la celebración de las solemnidades pascuales, con la purificación del corazón, y una actitud penitencial.
«La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto» Catecismo de la Iglesia Católica, 540
¿Qué es la Cuaresma?
El significado de Cuaresma viene del latín “quadragesima”, período litúrgico de cuarenta días reservado a la preparación de la Pascua de Resurrección.
Cuarenta días en alusión a los 40 años que pasó el pueblo de Israel en el desierto con Moisés y los 40 días que pasó Jesús en el desierto antes de iniciar su vida pública.
Este es un tiempo de preparación y de conversión para participar en el momento culminante de nuestra liturgia, junto a toda la Iglesia Católica.
En el Catecismo, la Iglesia propone seguir el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, como preparación de las solemnidades pascuales. Es un tiempo particularmente apropiado para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, y la comunicación cristiana de bienes por medio de obras caritativas y misioneras.
Este esfuerzo de conversión es el movimiento del corazón contrito, atraído y movido por la gracia a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero.
No podemos considerar esta Cuaresma como una época más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único; es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros —hoy, ahora— una gran mudanza. Es Cristo que pasa, 59
¿Cuándo empieza la cuaresma?
La imposición de la ceniza en la frente de los fieles, el Miércoles de Ceniza, es el inicio de este camino. Constituye una invitación a la conversión y a la penitencia. Es una invitación a recorrer el tiempo de Cuaresma como una inmersión más consciente y más intensa en el misterio pascual de Jesús, en su muerte y resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad.
El tiempo de Cuaresma termina el Jueves Santo, antes de la Misa in coena Domini (la cena del Señor) con la que comienza el Triduo Pascual, Viernes Santo y Sábado de Gloria.
Durante estos días miramos nuestro interior y asimilamos el misterio del Señor siendo tentado en el desierto por Satanás y su subida a Jerusalén para su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos.
Recordamos que hemos de convertirnos y creer en el Evangelio y que somos polvo, hombres pecadores, criaturas y no Dios.
¿Qué mejor manera de comenzar la Cuaresma?
Renovamos la fe, la esperanza, la caridad. Esta es la fuente del espíritu de penitencia, del deseo de purificación.
La Cuaresma no es sólo una ocasión para intensificar nuestras prácticas externas de mortificación: si pensásemos que es sólo eso, se nos escaparía su hondo sentido en la vida cristiana, porque esos actos externos son —repito— fruto de la fe, de la esperanza y del amor. Es Cristo que pasa, 57
¿Cómo vivir la Cuaresma?
La Cuaresma puede vivirse a través del sacramento de la Confesión, la oración y las actitudes positivas.
Los católicos nos preparamos para los eventos claves de la Semana Santa a través de los pilares de la oración, el ayuno y la limosna. Estos, nos guían en la reflexión diaria sobre nuestra propia vida mientras nos esforzamos por profundizar nuestra relación con Dios y con el prójimo, sin importar en qué parte del mundo viva el prójimo.
La Cuaresma es un tiempo de crecimiento personal y espiritual, un tiempo para mirar hacia afuera y hacia adentro. Son jornadas de misericordia.
El arrepentimiento y la confesión
Como tiempo de penitencia, la Cuaresma es un buen momento para confesarse. No es obligatorio, ni hay ningún mandato de la Iglesia que obligue a ello pero encaja muy bien con las palabras del Evangelio que repite el sacerdote el día Miércoles de Ceniza.
«Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás»
«Conviértete y cree en el Evangelio»
En estas palabras santas hay un elemento común: la conversión. Y ésta es solo posible con el arrepentimiento y el cambio de vida. Por ello, la confesión en la Cuaresma es una manera práctica de pedir perdón a Dios por nuestros pecados y recomenzar.
El modo ideal de comenzar este ejercicio de introspección, es por medio de un examen de conciencia.
La Penitencia
La penitencia, traducción latina de la palabra griega «metanoia» que en la Biblia significa la conversión del pecador. Designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido, y el estado de cosas que resulta de ello para el pecador. Literalmente cambio de vida, se dice del acto del pecador que vuelve a Dios después de haber estado alejado de Él, o del incrédulo que alcanza la fe.
La Conversión
Convertirse es reconciliarse con Dios, apartarse del mal, para establecer la amistad con el Creador. Una vez en gracia, después de la confesión y lo que ello implica, hemos de proponernos cambiar desde dentro todo aquello que no agrada a Dios.
Para concretar el deseo de conversión, se puede hacer obras de conversión, como son, por ejemplo: Acudir a los sacramentos; superar las divisiones, perdonar y crecer en espíritu fraterno; practicando las Obras de Misericordia.
El ayuno y la abstinencia
La Iglesia invita a sus fieles a cumplir el precepto del ayuno y la abstinencia de carne, compendio del Catecismo 432
El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer algo menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. Salvo caso de enfermedad. Invita a vivir el ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que tengan cumplido cincuenta y nueve años. Tanto el Miércoles de Ceniza como el Viernes Santo.
Se llama abstinencia a privarse de comer carne, los viernes de Cuaresma. La abstinencia puede comenzar a partir de los catorce años.
Debe cuidarse el no vivir el ayuno o la abstinencia como unos mínimos, sino como una manera concreta con la que nuestra Santa Madre Iglesia nos ayuda a crecer en el verdadero espíritu de penitencia y alegría.
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