En distintos pasajes de los Evangelios se habla del encuentro que Cristo Resucitado tuvo primero con las mujeres que lo seguían y luego, en diferentes momentos, con los Apóstoles.
Sin embargo, no se dice nada de lo que sucedió cuando el Redentor se encontró con su Madre. La beata mística Ana Catalina Emmerick (1774-1824) tuvo una visión de esos momentos, y esto fue lo que contó.
En la web de santos corazones.org, administrada por las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María, se narra que la beata vio a la Virgen orar en su interior con un deseo ardiente de toparse con su Hijo.
En ese momento, apareció un ángel y le dijo a María que vaya a la pequeña puerta de Nicodemo, porque el Señor “estaba cerca”.
La Madre de Dios se llenó de gozo y salió presurosa sin que las otras mujeres se dieran cuenta.
Mientras iba de camino, María se detuvo y elevó la mirada. El alma de Cristo bajó hacia Ella acompañada de muchas almas y patriarcas.
El Señor les dijo: “He aquí a María, he aquí a mi Madre”. La vidente afirma que pareció que Jesús le dio un beso a su mamá y luego desapareció. Más adelante, Cristo glorioso y resucitado se presentó a María en el Calvario.
Las almas de los patriarcas hicieron reverencia a la Virgen y el Redentor le enseñó sus heridas. La Virgen intentó postrarse para besar los pies de su Hijo, pero Él la levantó y desapareció. María quedó muy feliz y se arrodilló para besar el sitio donde se había aparecido su amado Jesús.
La Beata Emmerick describe que la Santísima Virgen retornó reconfortada a donde estaban las mujeres preparando los ungüentos y perfumes. Sin decirles nada, se puso a consolarlas y fortalecerlas en la fe.
ACIPRENSA
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