Santo Domingo de Guzmán, un predicador incansable

 

Religioso español fundador de la orden de los predicadores, también conocida como orden dominicana o de los dominicos.

Canónigo regular de Osma, en 1203 tuvo que acompañar a su obispo en una embajada a Dinamarca. Impresionado por el adelanto de la herejía albigense, no quiso tomar parte en la cruzada guerrera decidida por el papa e insistió en su predicación pacífica entre los albigenses. 

El monasterio de religiosas fundado por él en Prouille (1206) se convirtió en el centro espiritual y material de su acción. Tras rechazar varios obispados, en 1215 reunió algunos compañeros y obtuvo del papa Honorio III la confirmación de su fundación (22 de diciembre de 1216) y de su título propio de «predicadores» (21 de enero de 1217). 

El 15 de agosto de 1218 dispersó a sus dieciséis religiosos por París, Madrid, Bolonia y Roma y se dedicó a la predicación y a la organización de su orden, que tomó su forma definitiva en el primer capítulo general de Bolonia (1220), que le dio un estatuto original de pobreza mendicante, independiente de la franciscana. En 1221 Domingo dividió su orden en ocho provincias. Fue canonizado en 1234 por Gregorio IX. Santo Domingo de Guzmán realizó estudios de teología y filosofía en Palencia entre 1184 y 1194, y antes de concluirlos fue nombrado subprior del capítulo de los canónigos regulares de Osma (Soria). 

En 1203 acompañó al obispo Diego de Acevedo en un viaje diplomático a Dinamarca para concertar la boda del infante Fernando, hijo de Alfonso VIII de Castilla, con una princesa danesa. En el transcurso del viaje fue testigo de la propagación de la herejía albigense en el Languedoc (sur de Francia), por lo que de vuelta a España se unió a los legados del papa Inocencio III enviados para convertir a los herejes. En 1206 fundó el monasterio para conversas albigenses de Prouille (cerca de Franjeaux, Francia), a las que puso bajo la regla agustiniana. 

Tras el asesinato de su legado Pedro de Castelnau en 1208, el papa Inocencio III organizó una cruzada contra los albigenses (1209-1213); Santo Domingo de Guzmán se negó a participar en ella e insistió en la predicación como único medio para erradicar la herejía. Para ello organizó su actividad a partir del monasterio de Prouille, que fue reconocido posteriormente por el papa.

 En 1215, y con la participación de Foulques, obispo de Toulouse, organizó un grupo con varios compañeros con el propósito de formar una congregación que se dedicase a la predicación y a la enseñanza. Ese mismo año, tras fundar una casa en Toulouse que había sido cedida por Pedro de Seila, marchó a Roma durante la celebración del III Concilio de Letrán para obtener del papa Honorio III la confirmación de su fundación. Además de ésta, que le fue otorgada en diciembre de 1216, Domingo de Guzmán consiguió para la congregación el título de “predicadores” en enero del año siguiente. Una vez instruidos los dieciséis integrantes de la orden, en 1218 los distribuyó entre las ciudades de París, Madrid, Bolonia y Roma con el fin de que continuasen la obra. 

En la capital italiana la orden se estableció inicialmente en San Sixto y posteriormente fue trasladada a Santa Sabina (1219). Domingo, mientras tanto, se dedicó a la organización de la congregación, que celebró su primer capítulo general en 1220 en Bolonia, y en el transcurso del cual le otorgó un estatuto original de pobreza mendicante basado en la legislación de la Orden de Grandmont. 

Al año siguiente, motivado por el crecimiento de la congregación, convocó el segundo capítulo general de la orden, durante el cual la dividió en ocho provincias y organizó una campaña de predicación en Lombardía (Italia). 

Falleció en Bolonia de regreso de un viaje a Venecia; sus restos yacen en una capilla de la iglesia del convento dominico de Bolonia. Fue canonizado por Gregorio IX por medio de la bula Fons sapientae el 3 de julio de 1234. Su fiesta se celebra el 8 de agosto. 

 Santo Domingo de Guzmán fue un buen orador sagrado; se le atribuyen, aunque con poco fundamento, algunos escritos. El papa le confió el cargo de lector, consistente en la censura de los escritos y en la interpretación de las Escrituras. Presidió sus esfuerzos la idea de que las herejías debían combatirse mediante la predicación; así hizo con los albigenses o cátaros, que, apoyados por los nobles franceses, sostenían la naturaleza maléfica del cuerpo, a la que era preciso vencer mediante una extrema austeridad. 

A tales ideas quiso oponer no las armas sino la palabra de predicadores que por un lado tuviesen una sólida formación teológica universitaria, y por otro manifestasen en su persona y en el modo de vida su espiritualidad y su renuncia a lo mundano. Junto con San Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán protagonizó así una revolución religiosa decisiva para la evolución del espíritu medieval y aun de la misma Iglesia.

Tomado de: Vidas Místicas

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